La radio, descubriendo a una nueva compañera.

Los seres humanos somos imitadores por naturaleza. Una de las primeras manifestaciones de esta característica es el desarrollo del habla. Hablamos porque durante los primeros años de nuestra vida hemos almacenado material auditivo de nuestros padres, hermanos, personas más cercanas; y cuando nuestro aparato fonador alcanza cierta madurez, nos lanzamos al ruedo. Si no oyéramos, ¿cómo lograríamos hablar? 

La naturaleza es sabia, de eso no cabe la menor duda; a lo largo del tiempo y luego de un proceso evolutivo de miles de años, ha dotado a nuestro organismo de perfectos y a su vez complejos sistemas que se encargan de cumplir determinadas funciones que, en suma, nos mantienen vivos.
Pensemos en los sentidos, esos cinco personajes que nos suenan tan familiares desde que somos pequeños. Cada uno de estos sentidos cumple un rol muy importante y necesario, pero vamos a hablar de uno en particular: el oído. 
¿Qué pensaría si le dijera que el Big Bang, así como las violentas erupciones de volcanes y las feroces tormentas que se daban hace miles de millones de años ocurrieron en total silencio? Seguro le parecería una idea descabellada, ¿verdad? Pues por increíble que parezca, así fue. Las simples vibraciones que recibimos del ambiente, se convierten en sonido porque nuestro cerebro las reconoce como tal. Sin oído, no hay sonido. No fue hasta la aparición de los primeros seres vivos, quienes desarrollaron el sistema auditivo, que se oyó por primera vez.
Ahora le pregunto, ¿la música existe? Estoy seguro de que está dudando de su respuesta. Hace bien en dudar. Efectivamente, un instrumento musical por sí solo no produce música, es nuestro oído quien lo hace al captar las ondulaciones que se originan al tocar una guitarra, una flauta o un tambor. ¿No cree que el oído humano es mucho más maravilloso de lo que hemos pensado toda nuestra vida?
Nuestro cerebro ha almacenado y clasificado una infinidad de sonidos desde que estuvimos en el vientre de nuestra madre. Esto explica que, con los años, lo que escuchamos nos transporta inmediatamente a una experiencia vivida, a una imagen de la fuente que produce este sonido y nos genera una emoción frente a ello. Puede que nuestros oídos no sean los más agudos o sensibles, pero son ideales para satisfacer una de nuestras mayores necesidades: la de comunicarnos. Los oídos están diseñados para responder especialmente bien a las características de los sonidos del habla humana. Los bebés necesitan oír el sonido de la voz de su madre para desarrollarse bien, y a medida que crecen necesitan oír los sonidos de otros seres humanos para desarrollar su facultad del habla. Así pues, la audición adecuada es muy importante para tal adquisición, por lo que sin la evolución normal del oído no es posible un desarrollo normal del habla.

Antiguamente, la radio ocupaba el lugar que ocupa hoy la televisión. Era un gran aparato alrededor del cual la familia se reunía para disfrutar de su programación. Debido a que estaba dirigido a varias personas al mismo tiempo, empleaba un lenguaje colectivo, que llegaba a grupos de personas. Hoy en día, el lenguaje que se debe tener en radio debe ser mucho más coloquial, mucho más próximo, el locutor debe lograr una conexión íntima con el oyente. 
Hacer radio es mucho más que ponerse detrás de un micrófono y empezar a hablar lo que se nos ocurra o simplemente leer una pauta, con el paso del tiempo se ha desvirtuado notablemente la radio y el valor que tiene ésta para el desarrollo de nuestra sociedad. 

El oído connota intimidad, por ende la radio también debe hacerlo, para esto es necesario que el oyente se sienta dentro de un clima de total confianza con el locutor, que se desarrolle una relación de proximidad y complicidad entre ambos. Esta complicidad se logrará mediante el uso de un lenguaje sencillo y un estilo cotidiano y afectivo. El radioescucha debe verse reflejado en la persona que habla mediante la radio con solo escuchar su voz. Imagine a un tipo interesado en ser su amigo pero con el cual no comparte gustos, preferencias ni experiencias, es decir no encuentra nada en común con él, ¿le interesaría formar una amistad con esta persona? Claro que no. 

De entre todas las emociones que se pueden transmitir mediante el oído, la alegría es la que debe primar al momento de hacer radio. Como nos dice José Ignacio López Vigil en su "Manual urgente para radialistas apasionados": la gente conecta el radio para desconectar los problemas. Pues qué mejor manera de desconectarse del día a día, que riendo mientras lo hace. Aprendamos a reírnos de todo, incluso de nosotros mismos, incluso de nuestros problemas, incluso frente al micrófono en una cabina de radio. La sociedad actual le teme a la risa, las personas piensan que esta expresión de felicidad les resta autoridad. Un locutor radial no tiene porqué ser un robot que no expresa la más mínima emoción, un buen locutor radial sabe cómo llegar a su público, pero el mejor locutor radial es el que logra alegrar la vida de sus radioyentes. Y para esto es necesario que el radialista ame lo que hace, que viva la radio y que transmita ese entusiasmo a todo su público. Un locutor puede tener mucho que contar, ser muy culto, tener una voz potente, conocer de técnica y haber leído mil libros sobre radio, pero si no disfruta de su trabajo no logrará causar la más mínima emoción en sus oyentes, quienes terminarán por cambiar de emisora en busca de algo mejor, en busca de alguien que no solo hable, sino que comunique.  
Transmitir emoción, eso es, ¿recuerda cuando era niño y se emocionaba al jugar a sentirse un superhéroe con poderes extraordinarios que cumplía misiones en los lugares más increíbles que alguien pudiera pensar? Escuchar radio es también dejar volar nuestra imaginación, dejar que el solo sonido de un aparato nos transporte a lugares inverosímiles, lugares que no conocen de limitaciones espacio-temporales o de cualquier otra índole. El filósofo y profesor canadiense Herbert Marshall McLuhan expresó: La radio es un medio eminentemente visual. Esto es posible porque los humanos "no tenemos dos ojos, tenemos tres. El oído también ve. O mejor expresado, el oído hace ver al ojo interior, a ese que llamamos imaginación". Se dice que el mayor desafío para un radialista es hacer ver a través del oído; si su programa de radio, amigo locutor, logra hacer que la gente reconstruya su realidad o invente una nueva, déjeme decirle que está cumpliendo uno de los mayores propósitos de este medio. 

Fuente: http://estasalaire.blogspot.pe
Ahora bien, pensemos en un locutor que cumple todas las cualidades que hemos mencionado hasta ahora, usa un lenguaje cotidiano y afectivo para establecer una conexión íntima, transmite alegría, ama y disfruta lo que hace y estimula la imaginación de sus oyentes. Pero, ¿qué pasaría si algo obstaculiza o altera la correcta comprensión del mensaje que quiso transmitir? Esto es a lo que llamamos ruido. Problemas en la claridad de la pronunciación, una respiración incorrecta, inconvenientes técnicos con el micrófono, el transmisor o las antenas usadas, las distracciones con las que el oyente se topa en su entorno e incluso los diferentes modelos culturales a los que éste está sujeto, pueden provocar que el mensaje que dio a conocer el locutor llegue distorsionado a su público. Pero aun cuando logremos que el mensaje llegue con la menor cantidad de ruido posible, solo estaremos consiguiendo que el significado llegue tal cual se pensó en la cabina, pues el sentido que le dé cada oyente será distinto. Las personas interpretan las cosas de manera diferente, evidentemente influenciadas por sus vivencias, su entorno social, gustos y preferencias, etc. Cada uno de nosotros es un conjunto de características únicas, de valores y de costumbres que se han ido formando a través del tiempo, con ideas propias que determinarán el sentido subjetivo que le demos a los mensajes que recibamos. Entonces, la función del comunicador no solo es la de difundir un mensaje, sino también la de escuchar a la otra parte, intercambiar opiniones, ideas y valoraciones. Bien lo dice López Vigil: "En la coincidencia de significados y la diferencia de sentidos radica precisamente la enorme riqueza de la comunicación humana." Claramente, si una radio alienta, estimula la participación, debe procurar formular una participación más integral que la que se agota como por ejemplo, en el pedido de un tema musical o el saludo al locutor principal. Por otra parte hallar las necesidades, deseos y gustos de la audiencia podría facilitar una mejor y activa participación de aquellos que se mantienen en sintonía con la emisora radial, produciendo así programación nacida a partir del público.

Para hablar en radio es necesario hacer uso del lenguaje activo, con palabras cotidianas que el oyente emplea normalmente. Hay que recordar que este medio acompaña el día a día de las personas comunes y corrientes, del ciudadano de a pie, como se dice. La radio no puede usar un lenguaje dominante, con palabras rebuscadas que tienen la finalidad de hacernos oír más cultos a costa de la humillación de nuestra audiencia. Al público hay que darle seguridad, hay que animarlo a participar de la radio, y con esta participación lograr un desarrollo que vaya camino a su empoderamiento. Porque tan importante como el locutor es el oyente, ambos buscan y merecen ser escuchados, el uno por el otro. Promover el empoderamiento del público es la función de las llamadas radios comunitarias. ¿Qué buscan estas radios? Pues son las encargadas de darle valor a la palabra de los pobladores de un determinado lugar y hacerlos partícipes de la problemática social, estableciendo un vínculo muy cercano con ellos. Cuando una radio promueve la participación de los ciudadanos y defiende sus intereses; cuando responde a los gustos de la mayoría y hace del buen humor y la esperanza su primera propuesta; cuando informa verazmente; cuando ayuda a resolver los mil y un problemas de la vida cotidiana; cuando en sus programas se debaten todas las ideas y se respetan todas las opiniones; cuando se estimula la diversidad cultural y no la homogenización mercantil; cuando la mujer protagoniza la comunicación y no es una simple voz decorativa o un reclamo publicitario; cuando no se tolera ninguna dictadura, ni siquiera la musical impuesta por las disqueras; cuando la palabra de todos vuela sin discriminaciones ni censuras, ésa es una radio comunitaria. 
Hacer radio comunitaria es convertir a los radioyentes en actores de cambio de la sociedad, es usar un medio tan fabuloso como la radio para lograr el bienestar común de las principales figuras de nuestra programación: el público, dándoles un espacio donde puedan alzar su voz de protesta o simplemente dar su opinión. La radio comunitaria no es más que el reflejo de lo que realmente somos y de la realidad que vivimos como sociedad.

Fuente: http://ciudadania-express.com

La radio es un medio que busca entretener y educar mediante la seducción constante. A través del oído humano, la radio logra que el oyente intime, conecte, imagine y sobre todo, sienta. Un buen locutor deberá sentir pasión por su trabajo, ser lo más sencillo posible al momento de dirigirse al público y sobre todo generar comodidad y confianza en sus radioyentes. Si gracias a la radio el oyente logra experimentar una serie de emociones y olvidarse por un momento de sus problemas cotidianos, estamos por el camino correcto. Deje volar su imaginación, escuche radio. 


Comentarios

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

RADIO PARTICIPATIVA, TAREA DE Y PARA TODOS.

La radio, ¡arte a viva voz!

PROGRAMACIÓN RADIAL: AUDIENCIAS, CIUDADANÍA Y ACADEMIA.